miércoles, 17 de agosto de 2011

Encuentro fugaz




Domingo, 17.37hs. La distancia que me separa de vos es un metro. Digamos, un pasillo. Quizás sea un poquito más, pero no es realmente significativo en este caso. La gente se acumula allí, a cada rato pasan y pasan más personas, y no nos interrumpen la visión mutua. De repente, otros se quedan quietos entre vos y yo. Son muchos y tapan todo mi campo visual. Me desespero. Muevo mi cabeza para encontrarte en algún hueco milimétrico que hayan dejado de casualidad aquellas figuras humanas. No hay caso. ¡No hay ningún espacio! Ahhh... qué alivio. Allí por fin te encuentro, haciendo lo mismo que yo hacía unos segundos antes: buscar nuestras miradas entre la multitud. Me ves. Te veo. Sostenemos la mirada, con las cabezas agachadas y en una posición un tanto incómoda, observándonos a través de un hueco tan chiquito que apenas caben tus dos ojos. Sonreímos y nos reímos. Estallamos en risas cómplices. Tu mirada me presiona, me penetra. Tus ojos brillan. El murmullo desaparece, la gente se fue. Estamos solos en medio de un silencio incómodo, con las nuestros ojos observándonos mutuamente. Las arrugas laterales de tus ojos se marcan a causa de aquella sonrisa. Tus ojos brillan, no puedo dejar de mirarlos. Me río incómodamente y agacho la mirada. La subo. Las comisuras de tus atractivos labios se separan y elevan. Apenas se ven tus dientes, y tus cachetes se inflan un poco, mientras se marca un pequeño hundimiento en cada uno de ellos. Nuestras miradas siguen fijas, nos reímos cómplicemente...

El hueco se tapa. No te veo. La gente volvió y el murmullo también. ¿Cuánto tiempo pasó? Son las 17.38... hora en que terminó aquél encuentro fugaz contigo.

1 comentario:

Mariano Gutiérrez dijo...

MUY BUENO TAMI!!! YA SOY FAN! ;)